
Luce el rostrillo de filigrana de plata sobredorada y las coronas de los esmaltes, realizadas en plata en el siglo XVIII.
Sobre su pecho exhibe distintas medallas, una muestra de las cientos de ofrendas que a lo largo de la historia han servido de testimonio material de un milagro cumplido, así como las que sellaron el hermanamiento con la Venerable Archicofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, la de María Santísima de la Sierra y de la Real Maestranza de Sevilla.
Estrena Nuestra Madre un aderezo floral en el cetro y unas puñetas de encaje, ambas donadas por devotos de la Santísima Virgen.
El bastón que la distingue como Alcladesa Honoraria y Perpetua de Lucena y la media luna de José Basurto de 1691 completan su iconografía.
El Niño recupera para su atuendo un delicado librito bordado con una escena de un Niño Jesús pasionista en su interior.