La santería aracelitana

Constituye un verdadero orgullo para los hermanos y devotos portar a hombros la Imagen de la Virgen de Araceli, en cualquiera de sus procesiones o traslados, pero especialmente el primer domingo de mayo. Parece ser que la imagen de la Virgen siempre bajó en parihuelas desde el Santuario a hombros, no haciéndose uso en este caso de los añejos correones que se usaron en otras hermandades lucentinas. Ciertamente la santería como tal, con sus formas y sus peculiaridades rituales no tiene más de siglo y medio, aunque es un fenómeno que hoy día se tiene como seña de identidad de Lucena.

La vestimenta del santero es también especial: se pondrá pantalón de medio ancho, la camisa blanca (sin costuras en el hombro), y las botas negras de material. A continuación se coloca una faja de unos treinta centímetro de ancha, en todo el abdomen, asegurándose de que no existan arrugas; y encima de ésta, se procede a la colocación de un cinto, con cuatro o cinco hebillas para la correcta protección de la zona lumbar y abdominal cuando se realice el esfuerzo de llevar el trono al hombro. Generalmente ayudan al santero en esta tarea una o dos personas. Una vez colocados estos atuendos es el momento de vestir la túnica blanca y el pañuelo anudado al cuello, colocado con pulcritud y elegancia. Finalmente el santero se coloca el capirote, también blanco, que se ata con cintas a la cabeza.

Para las romerías de la Virgen solamente se usa pantalón de medio ancho, camisa blanca, faja interior, cinto de material y faja exterior. Los santeros llevan un escudo de la hermandad en el pecho, constituyendo un ritual la entrega del escudo por parte del manijero. Este escudo bordado se guardará como recuerdo material de la santería.

Los santeros se reúnen periódicamente en juntas donde se realiza una convivencia en torno a un perol y al buen vino. En las juntas de santeros se prepara el desarrollo de la santería y se suelen cantar unos trovos llamados saetas de santería o “borrachunas”, fandangos y el himno dedicado a la Virgen de Araceli. En la primera junta el manijero reparte “los sitios”, es decir, el lugar debajo del trono donde cada santero debe ir en la procesión. La última junta corresponde a la marca, acto en el cual se mide la altura del hombro de cada persona al objeto de preparar unas cuñas de madera que iguale a todos a la hora de cargar el peso.

Todos los años, el penúltimo domingo de abril tiene lugar la romería de Bajada de María Santísima de Araceli desde su Real Santuario hasta la Parroquia de San Mateo. Entre los hermanos que lo tienen solicitado por escrito, la junta de gobierno de la Archicofradía designa cada año a un manijero que será el hermano encargado de “aviar” a otros 21 santeros más para bajar, sobre sus hombros, a la Señora hasta Lucena al ritmo de los tambores de la tierra. 

Foto: Andy Fresno
Foto: Jesús Ruiz "Gitanito"

Durante el camino de bajada, una vez superadas las primeras pendientes, los santeros ceden sus puestos a los romeros que acompañan la procesión, quienes serán los encargados de acercar a Nuestra Patrona hasta las proximidades de la ciudad, donde de nuevo serán sus santeros los encargados del desfile  oficial por las calles  lucentinas hasta la Parroquia.

Otro manijero, mediante el mismo método, será escogido para el “Día de la Virgen”, el primer domingo de mayo. Este tendrá que buscar a otros 35 santeros más, pues ese día la Virgen saldrá en procesión en su trono grande. Ser manijero de Nuestra Madre, en su día grande, es uno de los más altos honores a los que los  santeros  lucentinos  pueden  aspirar,  por consiguiente, el listado de solicitudes supera las sesenta, por lo que cada año se crea una enorme expectación en el mundo santero hasta conocer el nombre del afortunado agraciado.

Por último, la santería de la Romería de Subida se suele otorgar a una institución de las muchas que la tienen solicitada. Luego, la entidad agraciada será la encargada de nombrar un manijero y éste de buscar entre sus miembros, colaboradores y amigos a sus otros 21 santeros; pues la Subida se realiza nuevamente con  el trono  de romerías y otra vez, finalizado  el recorrido oficial por las calles  lucentinas, se le entregará a los romeros que lo llevarán hasta las proximidades del Santuario.

Narran los historiadores que en el viaje de vuelta, aproximándose el cortejo del Marqués a Lucena por el viejo camino de Granada, al llegar al lugar donde hoy se halla la Primera Cruz, se desencadenó una terrible tormenta que dispersó a la comitiva, perdiéndose en la espesura de la Sierra que ya entonces se llamaba de Aras. Al día siguiente fue hallado el animal que portaba la imagen de Nuestra Señora, echado en la cumbre serrana, en el lugar donde hoy se encuentran las tres cruces, culminación de la vía sacra que se inicia en la Primera Cruz.

Todos creyeron que era indicio de que la Santísima Virgen quería que en aquel sitio se edificara un templo; así que, allí mismo se procedió a abrir la caja, apareciendo, radiante de hermosura, la que vienen venerando las generaciones de cuatro siglos y medio. De momento se improvisó una especie de tienda de campaña y quedaron dándole guardia a la sagrada Imagen los soldados que habían acompañado al Marqués y los caseros de Campo de Aras que acudieron, y mientras tanto se pasaba aviso a Lucena.

Un acta municipal de fecha 27 de abril de 1562, en la que consta el acuerdo de que se prepararan las “caxas de atambores” para «salir a recibir la Imagen de Nuestra Señora de Araceli», es el primer vestigio documental de la presencia de la Virgen de Araceli en nuestra ciudad.

Foto: Joaquín Ferrer
Foto: Joaquín Ferrer

Las Coronas de la Virgen y del Niño

La corona en nuestra cultura es atributo de realeza, de dignidad, de autoridad, de gloria o de virtud. En la antigüedad, los dioses griegos o romanos y los héroes llevaban corona. Llevar corona era costumbre pagana habitual. La corona cristiana, en cambio, es símbolo de santidad; una recompensa de gloria. La de la Virgen representa su dignidad de Reina de los Cielos. Según Santo Tomás de Aquino, la maternidad de María es la raíz de todas sus perfecciones, es decir, su título más importante y del cual derivan todos los privilegios que la adornan (Madre nuestra, Madre de la Iglesia, inmune de toda imperfección voluntaria). Y entre estos privilegios la proclamamos como Reina de la Creación entera, por encima de los ángeles y de los santos; Reina y Señora de todo lo creado, en alusión al misterio  de la coronación de la Virgen. Iconográficamente la coronación de la Santísima Virgen no se fundamenta en textos bíblicos, aunque fue muy extendida a partir del siglo XIII. Inmediatamente después de la Asunción, antes de entrar en el Cielo, María es coronada por Cristo, Dios Padre, y la Santísima Trinidad. Un mosaico en el ábside de la basílica de Santa María la Mayor de Roma, así lo acredita.

En los más antiguos grabados e iconografías de la Virgen de Araceli, siempre se representa coronada. Posee en su ajuar cuatro valiosos juegos de coronas, de distintas épocas y estilos.

– Corona de esmaltes, siglo XVIII, en plata sobredorada.

– Corona de calabaza, llamada así por el gran volumen de sus imperiales. 

Corona de "Su Día" o de la Coronación. Foto: Joaquín Ferrer
Corona de esmaltes. Foto: Alberto Castro

Fue realizada en plata sobredorada hacia 1855 por el platero cordobés Rafael de Martos, quizás usando una pieza anterior. Su decoración se realiza a base de amatistas.– – Corona de plata, estilo romántico, realizada por los cordobeses hermanos Ripoll hacia 1920 que es, de todas,  la de menor tamaño.

– Corona de su Día o de la Coronación, fue realizada por el orfebre Cayetano González en 1934, usando oro y piedras preciosas en su ejecución, así como las joyas y dinero recogidos por la Junta pro-coronación desde 1924, y otras que el prelado de la diócesis, don Adolfo Pérez Muñoz, autoriza sacar del joyero aracelitano para acrecentar el valor de dichas coronas, al tiempo que comisionaba a don Joaquín Garzón y a don Manuel Osuna, entonces Capellán, para llevar a cargo la empresa con la mayor diligencia.

Tras varias gestiones en Córdoba ante los Hijos de Rafael G. Ripoll, en mayo de 1933 se inician reuniones con el acreditado orífice don Cayetano González, de Sevilla, no sin antes haber recabado informes tanto personales como de su labor artística. En julio presentó el Sr. González dos diseños de corona, acordada la elección, el costo de la hechura de las dos sería de 14.000 pesetas, de las que se entregaban 3.000  a la firma del contrato, y las restantes en partes conforme lo fuera solicitando el orfebre, entregándosele la última suma a la terminación y entrega de las obras, lo que debía realizarse en Lucena el 31 de marzo de 1934. Un sabotaje realizado por el propio personal del taller impidió la entrega en el plazo establecido encontrándose la labor casi finalizada. Nuevamente realizado el trabajo por el propio Cayetano González, el 2 de septiembre de 1934 eran entregadas las coronas al Capellán totalmente terminadas.

Corona de Calabaza. Foto: Joaquín Ferrer
Corona de plata. Foto: Alberto Castro.

Las vestiduras de la Virgen

La hermosa imagen de la Santísima Virgen de Araceli es de talla completa y está realizada en madera de ciprés. Originalmente fue concebida sin Niño y en actitud orante, supuestamente, con las manos juntas sobre el pecho. Muestra el aspecto de una joven mujer de largo cuello y majestuoso porte, vestida con túnica carmesí de alto talle, que cae en pliegues que se rompen al tocar el cielo de nubes en el que se apoya y que cinco querubines, desplegando sus alas, sostienen.

A comienzos del siglo XVII, entre las señoras de la nobleza se impuso la moda del manto, saya o falda y corpiño. Fue entonces cuando se generalizó la costumbre de vestir las imágenes de culto, convirtiéndose este atuendo en tradicional para las tallas de Virgen, que además de las piezas expuestas, también se aderezaban con el uso de guarda rostro o rostrillo, toca y encajes varios para componer la figura, vuelos de puños, llamados popularmente “puñetas”, de pasamanería y manto, normalmente más corto en el altar o camarín, y un poco más largo en las procesiones públicas. 

El lógico paso del tiempo fue cambiando tanto los materiales con que se confeccionaron las vestiduras como las formas. En la Casa de la Virgen puede observarse claramente esta evolución; primeramente los rostrillos son de encaje para poco a poco ir complicándose en filigrana de plata hasta llegar al magnífico  rostrillo de gala, pieza insigne de platería. En los vestidos se usan ricas telas, venidas de distantes lugares, rasos de seda con  finos encajes de bolillo, telas  adamascadas de gran riqueza, gasa o tisú. Del siglo XVIII conserva la Virgen varios ternos completos, tales como el de seda carmesí, bordado al estilo cordobés y donado por la duquesa de Medinaceli hacia 1772, o el manto y saya de tisú que combina hilos de plata dorada y sedas con guarnición a base de randas de encaje de bolillo de plata  dorada, de finales del mismo  siglo.  En algunos  casos los trajes  nupciales o de fiestas de las señoras de la alta sociedad se transformaban en mantos y faldas para la Virgen, tal es el caso de un conjunto bordado sobre seda cruda con hilo, regalo de doña Carmen Chacón Valdecañas.

Foto: Jesús Ruiz "Gitanito"
Foto: Jesús Ruiz "Gitanito"

Es característico en la Virgen de Araceli el uso de joyas, más o menos valiosas, que hablan de su devoción popular, y los atributos de realeza virginal: cetro en su mano diestra y corona sobre sus benditas sienes. En el primer grabado que la iconografía aracelitana conserva y que puede ser datado entre 1791 y 1795, ya aparece la imagen de la Virgen adornada con todas las piezas relacionadas.

El uso de la media luna a las plantas de la Virgen es un atributo inmaculista que se introdujo a lo largo del siglo XVII, en que se empieza a representar a la Virgen “la mujer vestida de sol del Apocalipsis” sobre una media luna. Fue precisamente en 1681 cuando el platero José Basurto realizó la magnífica media  luna de plata con que todavía baja desde el Santuario.

En 1955, la Santísima Virgen es nombrada Alcaldesa Honoraria y Perpetua de la ciudad, motivo por el cual se deja caer sobre su falda la vara de regir como primera autoridad, así como la medalla de oro de la ciudad de Lucena.

La otra forma de vestir a la Virgen, actualmente en su romería  de Bajada y durante las fiestas de Navidad es el conocido como “traje de pastora”, aunque más bien corresponde al modelo propio de un traje de camino, cercano a la vestimenta más modesta que las señoras empleaban en sus viajes. A pesar de esto, quizás contribuyeran a la deformación de ese traje original, más en su nomenclatura que otra cosa, las misiones populares de  los frailes capuchinos a fines del siglo XVIII en Lucena, dirigidas  por  el beato fray Diego José de Cádiz. Ellos llevaron a buena parte de Andalucía la devoción a la Divina Pastora con su atuendo característico.

El primer grabado que se conserva con Nuestra Señora de Araceli ataviada con este traje de pastora fue encargado por la baronesa de Graciarreal en acción de gracias por el final de la epidemia de peste de 1800. En dicho grabado queda constancia de que vestida de esa manera volvió la Virgen hasta su Santuario el 26 de septiembre de 1802.   Lucía entonces casaca y falda de amplios vuelos  adornada con  encajes y flecos. Hoy cuenta la Virgen con varios trajes de Pastora entre los que destaca el verde bordado por el “Taller de María” de la Archicofradía en 2002.

Foto: Luis Burgos
Foto: Joaquín Ferrer

Los mantos de la Virgen

Los mantos de la Virgen tienen  un simbolismo y un significado especial. Son  sin duda una gran expresión de la devoción existente por esta bendita Imagen a lo largo de los últimos cuatro siglos y medio. Los mantos más antiguos son donaciones particulares que recogen las emociones y sentimientos de los donantes, sus ilusiones, sus anhelos, sus preocupaciones y sus agradecimientos. Por las mismas causas, los hermanos de la Virgen o los distintos capellanes y hermanos mayores han alentado proyectos de realización de mantos. Por tanto, la finalidad de los mantos ha sido la de ornamentar la Imagen de Nuestra Señora como expresión de amor, devoción y acción de gracias. En la Casa de la Virgen se recoge una muestra de los más antiguos y valiosos, pasando por algunos que no se usan por su deterioro aunque tengan poco más de un siglo.

Los colores de los mantos, con frecuencia, son los colores litúrgicos: blanco durante el tiempo de Pascua; verde durante el llamado tiempo ordinario, especialmente en la Ofrenda de Frutos del Campo Andaluz, morado en tiempo de  Cuaresma y azul para  la Inmaculada y fiestas marianas como la Asunción. El color rojo, litúrgicamente se  usa  para  las memorias y fiestas de los santos mártires, aunque en este caso el uso está reservado a las fiestas de mayo. 

La colocación del manto ha ido variando desde sus orígenes. Antiguamente se colocaban a la Virgen mantos denominados de camarín, muy cortos, que no tapaban el precioso trono tallado de Pedro de Mena en que se encuentra en su recinto serrano, pero con el tiempo, se fue prolongando la cola de éstos, usándose tanto en la procesión como en su altar. Históricamente se solía estrenar un manto con motivo de algún acontecimiento relevante, de esta forma encontramos un manto carmesí coincidente con la inauguración del Sagrario de San Mateo (1772), otro con la celebración de la declaración del Patronazgo Oficial de la Virgen sobre Lucena (1851), por la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción (1854), con motivo de su Coronación Canónica (1948), con motivo del Cincuentenario de dicha Coronación (1998) o bien en 2012 por la celebración del Año Jubilar Aracelitano.

Además de numerosos mantos de camarín y otros con las dimensiones apropiadas al trono de romerías de Nuestra Señora, algunos de gran valor histórico y artístico, cuenta el ajuar de la Virgen con cinco grandes y ricos mantos con sus correspondientes faldas, corpiños, vestiditos para el Niño y juegos de bambalinas y techos de palio del mismo color. El más antiguo es el manto verde, confeccionado hacia 1890 en el taller valenciano de don Mariano Garín. Es un manto de estilo romántico en el que destacan dos preciosos jarrones de azucenas. Fue restaurado y traspasado en 2007 a un nuevo terciopelo; momento en el que se confecciona un nuevo techo de palio y unas bambalinas de malla calada a juego.

Foto: Jesús Ruiz "Gitanito"
Foto: Joaquín Ferrer

En 1896 se realiza el manto rojo, en los talleres Silva de Sevilla. Es un manto de diseño asimétrico que incluye el escudo de la ciudad de Lucena. Este manto fue adaptado a las nuevas dimensiones del trono de la Virgen en 1973, año en que se añadió a su escudo el tercer cuartel con la azucena, símbolo de la Virgen.

Para el acto de la Coronación Canónica de María Santísima de Araceli, la madre Carmelo, monja carmelita descalza del convento de San José de nuestra ciudad, había elaborado en 1930 el manto blanco, momento en que fue estrenado quedando deteriorado a causa de la lluvia, por lo que hubo de ser pasado a un nuevo terciopelo en 1948. Es un manto entrañable para los devotos aracelitanos y también contiene el escudo de Lucena.

Don Antonio Sánchez Pérez, un lucentino afincado en Écija, bordó en 1987  el manto azul, de grandes dimensiones, que incluye el anagrama de María en el centro. Está confeccionado con una técnica distinta a los anteriores.

En 1998, con motivo del Cincuentenario de la Coronación Canónica de María Santísima de Araceli, don Antonio Muñoz realizó en Córdoba el manto rosa. Este manto está bordado en oro y sedas de colores.

Tres mantos más, con sus correspondientes faldas y vestidos del Niño, vinieron a engrosar el ajuar de Nuestra Señora con motivo del Año Jubilar Aracelitano del 450 Aniversario.

En el traslado desde la parroquia de Santiago hasta el convento de Madres Carmelitas Descalzas, que tuvo lugar el 25 de abril de 2012, lució la Virgen un antiguo manto que había sido restaurado en el sevillano taller de don Mariano Martín Santonja y que en 1955 fue regalo de la Corporación Municipal. Este manto está bordado en sedas de colores sobre terciopelo rosa.

El 22 de mayo del mismo año se bendecía un manto rojo de tamaño de camarín bordado en oro realizado íntegramente por el Taller de María de la propia archicofradía,  que la Virgen luciría al día siguiente con motivo de su traslado procesional desde la parroquia de san Mateo hasta la de la Sagrada Familia.

Por último, el 25 de mayo, era bendecido en la parroquia de la Sagrada Familia de Lucena un nuevo manto de camarín para nuestra Señora en color azul y bordado en oro por el Taller de María y la señora doña Pilar Rodríguez que se estrenó al día siguiente en el traslado de la Virgen desde aquella parroquia hasta la de san Mateo.

Foto: Joaquín Ferrer
Foto: Jesús Ruiz "Gitanito"
Foto: Joaquín Ferrer

Los tronos de la Virgen

Fotos: Joaquín Ferrer

Desde el último cuarto del siglo XVI se tiene constancia documental de la celebración de procesión de gloria el primer domingo de mayo alrededor del propio Santuario, y solamente por motivos extraordinarios la Virgen bajaba hasta Lucena. Frecuentes debieron ser las rogativas y acciones de gracias correspondientes en esta época. En 1628, diez años después de conseguir el título de ciudad, y tras una epidemia de difteria que asoló a la población, el ayuntamiento acuerda en acción de gracias hacer a la bendita imagen unas andas de plata, y encarga el trabajo al platero cordobés Martín Sánchez de la Cruz. Estas andas, conservadas hoy en la Casa de la Virgen, han llegado en uso hasta nuestra época, y destacan por su elegancia y armonía. Son el arquetipo en que se inspiraron otras andas de similares características. 

 

En 1864 se hizo una peana para ponerla bajo estas andas de plata de Nuestra Patrona, que realizó el maestro Pedro Romero Ariza por 1515 reales de vellón. En este pedestal, con cuatro cartelas, se representa el anagrama de María, la estrella y el castillo como símbolos del escudo local, en la trasera está inscrito el año de ejecución. Lo doró Antonio López-Cabeza y Lara, quien cobró por su trabajo 1600 reales de vellón, siendo capellán don Rafael de la Torre y Lara. Este tarimón que se acoplaba a las antiguas andas aún se conserva expuesto en las atarazanas del Real Santuario. También se conservan, transformados ahora en dosel de cultos, elementos del trono neogótico con techo de palio en plata Meneses que fue estrenado hacia 1896 junto al traje granate y las bambalinas de terciopelo del mismo color  que fue costeado mediante la recaudación efectuada en funciones de teatro celebradas para  tal fin. Este  trono  estuvo en uso  hasta el año 1973.

 

Es muy curiosa la existencia de unas parihuelas para llevar a la Virgen entre dos personas, que ya aparecen en un inventario de 1783, realizado por don Fernando Ramírez de Luque y don Luis Repiso Hurtado.

Actualmente, la Virgen de Araceli posee dos tronos para usos distintos, el primero de ellos se usa para las romerías de Bajada y Subida al Santuario, así como para otros posibles traslados. Se realizó en plata y plata sobredorada en 2002 por los orfebres cordobeses Hermanos Lama y es una réplica del templete antiguo. Tiene dicho templete cuatro columnas manieristas sobre pedestales prismáticos, que enmarcan arcos de sección cuadrada, decorados con esgrafiados vegetales. Culmina el conjunto una cúpula semiesférica calada que termina en cruz. La peana se elaboró siguiendo el estilo de la de madera del siglo XIX. Tiene los escudos de Lucena y de la Real Archicofradía, unas cartelas, que muestran los frutos del campo andaluz: espigas, uvas  y aceitunas, así como flores relacionadas con  la devoción a la Virgen: rosas, lirios y azucenas. Los lugares aracelitanos también aparecen en otras cartelas, tales como el propio Santuario, la Primera Cruz, la fuente de la Virgen o la parroquia de san Mateo. El trono es portado por veintidós santeros.

El trono de su día, de mayor tamaño, es portado por treinta y seis santeros. Fue estrenado en 1974 como colofón al XXV Aniversario de la Coronación Canónica, celebrado un año antes, y fue realizado por los orfebres Hermanos Angulo, de esta ciudad. Es de metal plateado y dorado, de estilo barroco, con abundante hojarasca en la canastilla, sobre la que se acomodan tres capillas con las imágenes de Nuestro Padre Jesús Nazareno en el frente, y san José y san Mateo en los costados, realizados en madera tallada, dorada y policromada. En las esquinas posee unos originales velones de orfebrería. Esta típica pieza de la fundición lucentina ilumina cada primer domingo de mayo el trono de la Virgen; junto a cuatro gruesas barras que sostienen el palio de crestería con los motivos heráldicos de la Real Archicofradía y de la ciudad de Lucena.

Foto: Joaquín Ferrer
Foto: Jesús Ruiz "Gitanito"

Platería y orfebrería

La orfebrería es el trabajo artístico realizado sobre utensilios o adornos de metales preciosos, o aleaciones de ellos. Y la platería, aquella orfebrería realizada en plata de ley. Con el oro y la plata se fabricaban ya desde la prehistoria utensilios muy variados como vasijas, piezas de adorno, joyas, monedas, estatuas siguiendo el estilo, la ornamentación y el gusto propios de cada época. Entre todos los elementos propios de la orfebrería y platería religiosa destacan los elementos litúrgicos de altar como candelerías y ánforas, la cruz de altar, atriles, sacras, incensarios, etc. Además, de plata también se fabricaron enseres piadosos de la vestimenta de la Virgen como los rostrillos o rosarios y atributos como varas de regir, cetros y coronas. Las piezas más antiguas del museo aracelitano, propias del ajuar de la Virgen, se realizaron en plata de ley, siendo común recubrir  algunas partes de dichas piezas o la pieza  completa con una fina lámina de oro mediante una técnica basada en la amalgama con mercurio.

Del siglo XVII encontramos el famoso templete de plata que cinceló en 1628 Martín Sánchez de la Cruz, para  las fiestas y romerías de la Santísima Virgen de Araceli, prototipo que  fue de andas para  otras imágenes marianas de Andalucía. Son de esta época el atril cincelado, la cruz de altar y el incensario, retirados hoy del uso habitual. Del siglo XVIII son la mayoría de los elementos de platería de la Virgen, incluyendo la urna de la demanda rica.

Expuestas también en las vitrinas de la Casa de la Virgen hay algunos elementos del servicio de altar, tales como sacras, cuadros de indulgencias, y una extensa colección de cálices de diferente época, entre  ellos aquel  que sirviera a Fernando Ramírez de Luque, firme defensor del patronato aracelitano. Junto a estos elementos hallamos una amplia serie de ánforas agallonadas de orfebrería, realizadas en talleres locales a mitad del siglo XX, propias del adorno del presbiterio o del trono. Se muestran también distintos báculos de la Virgen, utilizados en la Bajada, así como las varas de regir de la Junta de Gobierno, realizadas en metal plateado, excepto la del hermano mayor, en dorado.

Foto: Alberto Castro
Foto: Alberto Castro.

De orfebrería también, se reestrenó, para  las Fiestas Aracelitanas de 2003, el magnífico  dosel  de estilo neogótico, realizado con el antiguo trono  de la Virgen, de finales del XIX, así como todo el amplio repertorio de candelería, jarras y ánforas compañeras.

El rostrillo que adorna el rostro de María Santísima de Araceli, en las grandes solemnidades, data de 1765 y fue realizado por el afamado artífice cordobés don Francisco Bermúdez. Su ejecución costó 80271 reales y se entregó, además, una gratificación de 1500 reales. Sus hechuras se tasaron en 21000 reales.

De 1776 es el precioso cetro, reservado también para los días centrales de las fiestas Aracelitanas, por el que se abonó un importe de 6000 reales. De elegante hechura y a juego con el rostrillo, en sus lados se puede leer “Capellán D. Juan Guerra.- Dipuetado D. José Domínguez.- Artífice Juan José Cañete.- Año 1776. Córdoba”.

Se exponen en la Casa dos grupos de candelabros, los más antiguos, de plata, muy deteriorados por su uso, son del siglo XVIII y otros más modernos y típicos de Lucena, elaborados en bronce de mitad del siglo XIX.

Desde 1864 la cofradía dispone para su solemnidad principal de cuatro grandes blandones cincelados y plateados, aproximadamente de un metro  ochenta centímetros, que flanquean a la Virgen de Araceli en el presbiterio. De 1801 son dos preciosos ramos de plata que suelen colocarse junto a Ella, piadosa donación de los trabajadores del campo.

Foto: Jesús Ruiz "Gitanito
Foto: Jesús Ruiz "Gitanito

Próximos actos

Real santuario de María Santísima de Araceli

Cada Domingo o festivo

A las 11:30 h.

Santa Misa.

Previamente se realizará el

Santo Rosario.

Y a su término se podrá visitar el

Camarín de la Santísima Virgen.

Horario de apertura del Real Santuario

Invierno (del 10 de septiembre al 25 de abril)

Mañanas: 08:30 -14:00 h.

Tardes: 17:00 -21:00 h.

Durante la estancia de la Virgen en Lucena

Sólo mañanas de 10:00 a 13:00 h.

Verano (del 1 de junio al 10 de septiembre)

Mañanas: 08:30-14:00 h.

Tardes: 18:00-22:00 h.

Horarios especiales de apertura del Real Santuario

Nochebuena y Nochevieja

08:30 -14:00 / 17:00 – 19:00 h.

Día de Navidad y Año Nuevo

10:00 – 14:00 / 17:00 -21:00 h.

Cabalgata

08:30 – 14:00 / 17:00 – 19:00 h.

Semana Santa

Domingo de Ramos: 08:30 – 15:00 h.

de Lunes a Jueves Santo: 09:00 – 14. 00 h.

Viernes Santo: 11:00 – 14:00 h.

Sábado Santo: 09:00 – 15:00 h.

Feria del Valle

09:00 -14:00 /18:00-21:00 h.

Real Archicofradía de

María Santísima de Araceli 

C/ Maquedano, 18

14900 Lucena (Córdoba)

virgenaraceli@gmail.com

www.virgendearaceli.com

Teléfono Casa de la Virgen de Araceli: 957516165

Teléfono Real Santuario Virgen de Araceli: 957334837

 Fotografías de la portada:

Luis Burgos, Joaquín Ferrer, Jesús Ruiz “Gitanito” y Pedro del Espino

Coordinación y mantenimiento

Delegación de Difusión y Propaganda de la Real Archicofradía de María Stma. de Araceli

Última actualización 06/02/2017