Justo antes del rezo de las preces finales de la Asamblea General celebrada el pasado domingo, nuestro vicehermano mayor, don Juan Carlos García Moscoso, tomaba la palabra, en nombre de la Junta de Gobierno y en el suyo propio, para hacer unas reflexiones de final de ciclo y agradecer y reconocer el trabajo realizado por todos los devotos aracelitanos, el de las distintas instituciones que trabajan por la devoción a María Santísima de Araceli y, muy especialmente, el de nuestro hermano mayor, don Antonio Crespillo Guardeño.

“Por lo general, los lucentinos no somos muy conscientes del verdadero alcance de la devoción aracelitana, ni hasta donde llegan las raíces del fruto sembrado por nuestros mayores a lo largo de más de 450 años. Desde que se fundó la cofradía en 1563 han sido muchos los esfuerzos que sus hermanos cofrades, devotos, hermanos sirvientes, patronos, hermanos mayores, juntas de gobierno, vocalía de juventud, taller de María, capellanes, colaboradores, Obra Pía y prelados han realizado a lo largo del tiempo para fomentar la devoción a nuestra amada Madre, en la advocación de Araceli, propiciando además abundantes frutos tanto materiales como espirituales. Y lo más impresionante es, que la esencia de cómo se vive y se trasmite esa devoción sigue siendo la misma hasta nuestros días y eso se lo debemos a los hermanos y devotos. A todos nuestro más sincero agradecimiento.

La devoción hacia la Virgen de Araceli es sumamente profunda, muy intimista, reveladora, sin alteraciones costumbristas ni mediáticas. Y así debería seguir siendo. Si antaño, los hermanacos de la Virgen realizaron una labor impagable para difundir y extender la devoción aracelitana, hoy en día, el propio santuario es el mejor garante de esa difusión: la contemplación de la imagen de la Virgen, el recogimiento del lugar y el exquisito exorno del templo. Es por ello, que durante los últimos años se ha trabajado incesantemente no solo en remozar y poner en valor todos los espacios disponibles del santuario, si no también, en darlo a conocer en todo el país, motivo por el cual ha sido reconocido por la Conferencia Episcopal, la Casa Real o el propio Vaticano. Ahora, todos nosotros, hermanos y devotos tenemos que seguir correspondiendo a la confianza depositada por aquellos, fomentando la peregrinación a las plantas de María, así como su culto.

Aunque a día de hoy la devoción aracelitana está en la cresta de la ola aún hay mucho camino que recorrer. Precisamente ahora es cuando más fácilmente se puede llegar a miles de personas, por lo que hay que ponerse manos a la obra. Pero eso, les tocará a los que nos sucedan.

No olvidemos nunca que el inmenso amor a María Santísima que todos los fieles aracelitanos les han profesado y siguen profesando es un tesoro que debe estar por encima de las personas, con nombres y apellidos, de las cuitas personales e incluso de la propia institución, quien es la valedora de fomentar ese amor, esa devoción, ese tesoro.

He de decir públicamente que esta junta de gobierno la ha mimado, querido, protegido y se ha entregado totalmente por amor a Ella.

También hacemos examen de conciencia y pedimos perdón a los devotos, promesas, hermanos y lucentinos por los desaciertos que hayamos tenido, especialmente si hubiesen acaecido en estos casi dos últimos años, de los que me responsabilizo en primera instancia,  al ejercer estatutariamente como hermano mayor accidental. A toda esta junta de gobierno le quedará la Satisfacción de una entrega total, y la conciencia tranquila de haber hecho lo que se ha podido y se ha sabido. Siguiendo el evangelio de Lucas: Siervos inútiles somos y hemos hecho lo que teníamos que hacer (Lc 17,10).

Quiero que todas estas palabras sirvan como homenaje a don Antonio Crespillo. Dice nuestro Capellán que un hermano mayor no puede ni debe ser cualquiera, se le exige integridad, honestidad, servicialidad y por supuesto que esté en comunión con el Magisterio y las Normas de la Iglesia Católica. Pues bien, todo ello lo ha cumplido con creces nuestro querido hermano mayor; hombre bueno, cercano, culto y solícito que ha representado con tal maestría a la archicofradía como pocos sabrían hacerlo, siendo todo un ejemplo a seguir. Deseo que la Virgen y su Bendito Niño os sigan protegiendo a ti, Antonio y a tu esposa, Mari Carmen, así como a todo el pueblo aracelitano.

¡¡VIVA NUESTRA MADRE!!”.